Foto de MART PRODUCTION.
El día de finales de primavera se había levantado nublado pero, a pesar de eso, era más luminoso que lo que un viajero recién llegado a Bonardia hubiera esperado de la capital imperial. Los bellos edificios del centro de la ciudad aún parecían más estilizados bajo aquella luz. El encaje en piedra que muchos de ellos presentaban en sus fachadas era aún más visible por el juego de luces y sombras que aquella luz, en el momento del amanecer creaba y que iba lentamente desapareciendo mientras los tres soles se abrían paso en el cielo entre las nubes de la mañana.
Imagen de Pixabay.
Las calles empezaban a llenarse de personas que comenzaban su día: las tiendas abrían, se subían las persianas, el ruido se iba haciendo molesto en algunas partes de la ciudad y los gritos de los niños, mientras jugaban, subían de volumen mientras iban corriendo y jugando hacia las escuelas que había en todo su perímetro. Ese ir y venir de personas incluía a los funcionarios de la Corte Imperial que se apresuraban a llegar a su destino. Era cierto que el ambiente dentro de la Capital Imperial se había enrarecido allí pero ellos tenían que continuar haciendo su trabajo.
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