Foto de Francesco Ungaro en Unsplash
Uno a uno, entraron en la galería que bajaba desde la Puerta de Aniróndein, la Puerta de las Estrellas de Plata, detrás del Príncipe Erevin. A todos les sorprendió, tras haber visto el estado de la antigua Puerta, que la galería estuviera bien cuidada y con teas en las paredes. Estaba bien iluminada y limpia: aquello significaba que había mantenimiento de alguna clase aunque no es que estuviera tan bien vigilada como el mantenimiento hacía presagiar.
Erevin se volvió y le dijo a Danliada:
- Hay que ir con cuidado: nadie tiene sin vigilar una construcción bien mantenida. Después cogió una de las teas de la pared y desenvainó de nuevo su espada.
Avanzó con cuidado por el pasillo y fue controlando las paredes. Por primera vez desde que lo conocía, Tunadros vio a Erevin nervioso. Parecía dudar de la galería por la que iban. Habían vuelto una curva y luego bajaron unas escaleras bastante empinada. Carecían de barandillas a ambos lados, pero aún seguían estando limpias y cuidadas. Pero cuando Erevin había llegado al penúltimo peldaño supo que la trampa estaba en el siguiente escalón.
- ¡Parad! Esperad un momento. No os mováis. Pero tengo un presentimiento muy fuerte…
- Entiendo - dijo Gutron -. Ese peldaño no está fijo.
- ¿Y si lo saltamos? - dijo Dómulos.
- No, seguro que hay algún tipo de aseguramiento de la trampa: alguna fórmula para provocar algo peor, si apoyamos los pies en el suelo de la galería posterior y no los hemos apoyado en el último peldaño.
- ¿Y qué hacemos entonces?
Tras un momento, Erevin dijo:
- Veamos, tenemos que continuar y no podemos tocar ni este peldaño ni el suelo de la siguiente galería que se extiende sólo un par de metros, para después continuar bajando ahí. Pero hay unos salientes en el techo. Si conseguimos sujetarnos podremos ir hasta el siguiente peldaño sin tocar el suelo.
Gutron se adelantó:
- Vamos a suponer que podemos ir hasta el siguiente peldaño colgados. Si encontramos al Barón, no va a estar en buenas condiciones. ¿Cómo vamos a sacarlo?
- Eso lo veremos una vez que lo hayamos localizado. Pero estoy seguro de que hay otra salida directa desde las mazmorras. Aparte, si lo han arreglado todo tan bien como esta galería, estoy seguro de que también han arreglado esa salida.
- Bien, vamos entonces - dijo Danliada.
- Primero tú, Gutron - subieron al duende hasta que pudo sujetarse al primer gancho del techo.
El duende fue yendo hacia el extremo de aquel escalón que tenía más profundidad de lo normal y, cuando llegó y se desprendió, no pasó nada. Así que aquello era seguro. Uno tras otro fueron pasando así, aunque algunos tuvieron más problemas que otros. Pero todos pasaron al final y pudieron continuar bajando.
Erevin iba de nuevo en cabeza e seguía desconfiando. La escalera por fin terminó unos metros después. Luego había otra curva hacia la izquierda y, al dar la vuelta, llegaron a una zona plana, aunque el suelo no era muy regular. Continuaron avanzando. A partir de aquel punto, comenzaba a estar menos cuidado el túnel pero aún había teas en los lados. Simplemente habían quitado algunas telarañas y un poco más adelante, vieron que comenzaban otras escaleras.
Pero justo antes, Erevin volvió a pararse: había unos agujeros extraños en la pared.
- Esperad un momento, voy a comprobar algo. No avancéis más -dijo mirándoles.
Después, se tiró al suelo y comenzó a reptar por el suelo. Después, se puso en cuclillas y saltó hacia arriba para después volver a tumbarse en el suelo. De inmediato, varias lanzas salieron de ambas paredes cruzaron de un lado a otro la galería y se metieron en los agujeros del otro lado. Entonces, volvió a hacer lo mismo y esa vez ya no hubo más lanzas. Erevin oyó el suspiro de alivio y les dijo:
- Vamos, tenéis que pasar pronto. Conozco este mecanismo: en pocos minutos, las lanzas habrán vuelto a colocarse y volverán a estar preparadas para lanzarse a través de la galería.
Todos pasaron rápido: el último, Yanos, pasó y oyó cómo a sus espaldas comenzaban a salir disparadas las lanzas de nuevo.
- Ay, ay, ayyyyy - dijo mientras corría.
- Tranquilo, Yanos, ya está, has pasado -le dijo Erevin con cara de preocupación-. A seguir con tranquilidad.
Como Erevin no se había reído, no hubo bromas ni chascarrillos ante los gritos de Yanos. Cualquiera hubiera reaccionado así en esas circunstancias.
Continuaron por la galería hasta la siguiente curva, que iba hacia la derecha. Después, había otras escaleras, pocas, unas diez pero eran más elevadas de lo normal. Las subieron con mucho cuidado y llegaron a las mazmorras. Sonrieron: estaban desiertas y, por el olor y por lo que veían, allí no había mantenimiento.
- Preparémonos, estoy seguro de que está en condiciones lamentables… aunque creo que será peor de lo que yo mismo me imagino.
Foto de Peter Herrmann en Unsplash
A ambos lados de la galería, había celdas. Las puertas estaban hechas de barrotes, privando a quien estuviera dentro de cualquier tipo de privacidad. Parecía que nadie venía allí desde hacía días: el suelo no se barría desde hacía semanas y la atmósfera estaba terriblemente cargada: como si hubieran taponado la mayor parte de los respiraderos, salvo alguna ventana pequeña, de forma que hubiera poca ventilación, lo que a su vez aumentaba el mal olor. Todas estaban vacías pero la pestilencia venía de la última.
Con cuidado, fueron andando hasta que llegaron allí y Erevin, cuando miró a través de los barrotes, se le nublaron los ojos primero y luego gritó enfurecido.
- Pasadme ese hacha - dijo con determinación.
Yanos se la entregó y Erevin destrozó el candado y entró.
El Barón, vestido de andrajos sucios y desmayado, estaba sujeto a la pared con grandes cadenas. Estaba muy débil: si no hubieran llegado en ese momento, no tenía el final muy lejos. Mientras el olor fétido y la húmeda suciedad penetraban en sus fosas nasales y su armadura y ropa, Erevin sintió cómo su ira aumentaba por la traición. Danliada lo había seguido aunque se mantuvo a distancia, mientras él cortaba como podía las cadenas. El cuerpo del Barón cayó al suelo pesadamente: Erevin lo cogió con cuidado y lo sacó fuera al pasillo. Estaba también sucio, pero mucho menos que la celda en la que le habían tenido.
Arrodillándose para ver cuál era el estado de su amigo, Erevin sólo esperaba que no hubieran llegado demasiado tarde. Danliada, mientras, había sacado un pequeño odre de agua, procedente de la pequeña cascada del Bosque del Oeste al lado de donde ella vivía. Lo abrió y le dio de beber con cuidado y paciencia. Al principio el barón tragó mal, pero al cabo del rato, abrió los ojos.
- Erevin… he rezado mucho…
Y volvió a desmayarse.
- Está muy débil, pero con los cuidados adecuados se recuperará - dijo Danliada.
Gutron dijo:
- Viene alguien detrás de nosotros, tenemos que salir.
Yanos y Dómulos cogieron al Barón, mientras avanzaban por una escalera hacia la superficie. Iba a ser una subida complicada, pero era necesario que todos salieran de allí sin que quien viniese detrás, pudiera cogerles, vivos o muertos.
- No mires para abajo, iba diciendo Yanos, repitiéndolo una y otra vez.
- Yanos, vamos, que subes por las jarcias del barco como si estuvieras andando por plano, le dijo Dómulos.
- Ya, pero ahí hay agua, aquí si te caes… - dejó de hablar porque casi se había caído y hubiera rodado hasta el final de la escalera… o algo peor. A ambos lados de la barandilla, sólo había una caída de varios metros que aumentaba mientras avanzaban por la escalera.
- Cuanto más te obsesiones con eso, peor - dijo la voz de Tunadros que iba detrás de ellos.
Al final y sin más contratiempos, llegaron a la superficie. Allí les esperaban Eliandar y Korian que, como ancianos, jugaban a las damas con un tablero que habían colocado encima de una piedra plana. Cuando los vieron que salían, guardaron el juego y fueron a su encuentro. Sólo entonces vio Erevin a otra figura junto a ellos. Entre la espesura de los árboles, no podía decir qué era.
- Nos vienen persiguiendo - dijo Erevin.
- No hay problema - dijo Korian. Miró a Eliandar y los dos grandes Dragones aparecieron en su lugar - Subid . Nos vamos.
- Llevamos un herido.
Eliandar se adelantó:
- Él lo llevará - y señaló al grifo que salía de la espesura del bosque trotando ágilmente entre las piedras y los matorrales. Era un animal magnífico y encima llevaba una especie de camilla, donde podían poner sin problemas al barón hasta que hubieran llegado a lugar seguro.
Erevin no podía hablar, entre la emoción de ver que su amigo podía curarse y la traición de su madre que era la última responsable de haber detenido al fiel Barón. Sólo asintió y después entre todos lo ataron de forma que no cayese del lomo del animal y que pudieran ir más deprisa: su estado era demasiado débil, como para entretenerse.
Erevin, al principio, pretendía quedarse, pero Korian le dijo:
- No, mi príncipe, tenemos que hablar con vos lo antes posible. Hay cosas que no sabéis y que necesitáis saber…
- Pero van a atacar Anírio…
- Tranquilo, ya hemos mandado a algunos que les ayudarán. Creemos que pueden ser mucho más efectivos que cualquier otra ayuda que tuvierais planeada.
Y partieron hacia el Bosque del Oeste.
Cuando varios hombres, vestidos con las capas de Hariokku salieron por donde ellos mismos habían salido un rato antes, sólo acertaron a ver unas manchas a lo lejos, volando por el cielo. Pero no sabían quiénes habían entrado y, además, habían liberado al Barón.
Justo después, un hombre montado en una serpiente alada bajó a donde ellos estaban:
- ¿Qué ha pasado? - dijo una vez en el suelo.
- ¿Quién sois que preguntáis?
- Krarcok - dijo el jefe de los guardias de Hariokku que había llegado allí.
- Sí, ese es mi nombre. Estoy aquí porque persigo al príncipe Erevin. ¿Lo habéis visto por aquí?
Ellos se miraron:
- No, por supuesto que no.
- Bien, y ¿qué ha pasado?
Ellos volvieron a mirarse: aquel no era un simple soldado, sino que era un agente de importancia, así que era mejor que se lo dijeran a que lo supiera por otros y luego acabaran ellos teniendo un problema. El jefe respondió:
- En esta fortaleza, estaba uno de los prisioneros más importantes: el Barón de Nirándomir. Estaba muy mal: de hecho, habíamos dejado de darle de comer y de beber para que se muriera de una vez. Pero, después de ver movimiento en la playa y de que uno de nuestros agentes apareciera muerto en la puerta de Aniróndein, hemos venido a investigar. Pues bien, el preso ha desaparecido.
- Necesito ver la celda.
Ellos no dijeron nada, sólo le hicieron un gesto como diciendo, venga por aquí y comenzaron a bajar. Llegaron a la celda y Krarcok instintivamente, se llevó la mano a la nariz: olía fatal allí. Pero entró en la celda y le quedó muy claro quién había liberado al Barón:
- Pues bien, no le habéis visto, pero el príncipe Erevin ha liberado a vuestro prisionero,
Mientras examinaba las cadenas, oyó un clic a su espalda y cuando se volvió le habían encerrado en la celda.
- Ah -dijo el hacedurmientes-, así que habéis fallado y ahora queréis que yo pague el pato, ¿verdad? Lamento informaros de que las cerraduras no tienen muchos secretos para mí.
Hizo un gesto con la mano y la cerradura se abrió mientras él desenvainaba su espada. Pero ellos, muertos de miedo, al ver que podía hacer magia, salieron corriendo hacia el centro de la cueva. Él salió a la superficie, mientras se preguntaba cómo haría ahora para perseguir a Erevin. Al salir, su serpiente estaba tumbada, pero al verle, exhibió una sonrisa de satisfacción:
- ¿Algo sobre Erevin?
- Sí, ha liberado al Barón. Ha roto los candados, las cadenas y lo ha sacado de la prisión. Lo peor es que esos incompetentes de guardias ni siquiera saben qué ha pasado o, al menos, no me lo han querido decir.
Los ojos de la serpiente le miraron con una mezcla de admiración y confusión:
- Hay que reconocer que el principito es bueno, señor. Es evidente que hemos llegado tarde, así que ademas, de darnos esquinazo de forma repetida, ha conseguido liberar a uno de los tres prisioneros más importantes. Hay que aplaudir.
- Y ahora tenemos el problema de dónde está ahora el Barón…
- No, eso no es un problema, porque lo sabemos - dijo la serpiente, elevándose hasta lo máximo que su cuerpo le permitía -. Están en el Bosque del Oeste.
El hombre la miró, bastante enfadado. Pero lo estaba más consigo mismo que con cualquier otro ente.
- Ahí no podemos seguirlo…
- No, señor -dijo ella, con una suavidad en la voz que era traicionada por su mirada hambrienta-, pero podemos ir y esperarla en la linde del bosque. Al final, terminará saliendo.
Él, sin decir palabra, asintió y una vez que estuvo montado, ella levantó el vuelo.
- El amo no estará impresionado, Krarcok. Nada impresionado.
El hacedurmientes notó el nudo en la garganta. Sí, aquello no estaba saliendo nada bien.
Foto de Cory Thorkelson en Unsplash
El prisionero del calabozo número 9 estaba adormilado, cuando vio al lobo negro entrar en aquel habitáculo. Estaba débil, pero el animal le había traído comida los últimos tres días y, como le era muy difícil comer carne cruda, había hecho un poco de lumbre en un lugar y había asado un poco cada cosa que había ido comiendo. Ahora estaba un poco fortalecido y entendió que le habían dado por muerto: por eso llevaban días sin aparecer por allí.
Miró al lobo: era grande y fuerte. Aquel animal no cabía por cualquier agujero, así que estaba seguro de que podía escaparse. Pero, ¿para ir a dónde? Miró al lobo y pensó: lo decidiré una vez que esté fuera.
- Te sigo, dime a dónde debo ir.
El lobo le miró, como si hubiese entendido lo que le había dicho y se dirigió a una piedra que quedaba apartada de la pared a un lado de la celda. Iba a ser difícil salir, pero aquello le iba a permitir curarse y poder volver a su casa.
Los traidores lo iban a pagar caro, aunque le fuera la vida en ello.
La prisionera no había vuelto a llorar: los carceleros entraban a menudo para comprobar que estaba bien y siempre la encontraban sentada en el suelo, con la cabeza entre las rodillas y los brazos rodeándole las piernas. Una vez que se iban, ella continuaba trazando un plan para salir de allí y avisar a su hermano. Por otro lado, le preocupaba enormemente su prometido: seguro que su desaparición le había hecho perder la cabeza e iba a montar un pollo. Debía salir de allí y, para ello, sólo le quedaba el ingenio, antes de que se provocase una desgracia aún mayor.
Con esto, termina la segunda parte de la Leyenda de Sinardia. Espero que os haya gustado.
La tercera parte comienza con la historia de dos hermanos, descendientes del caballero del yelmo de dragón…
Originalmente publicado en Wordpress.
Buy me a coffee. ☕️