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– ¡Hemos tenido suerte! ¡Milwnor acaba de encontrar algo muy interesante!
En el puente del barco, hubo muchas más sonrisas. Erevin miró a Olter y le dijo:
- Bueno, viejo amigo. Creo que tendremos que bajar a ver qué ha descubierto nuestro amigo duende.
A buen paso, fueron hacia las escaleras que bajaban a los camarotes del primer piso y allí encontraron a Milwnor que estaba apuntando lo que había ido descubriendo.
- Bienvenidos, señores. Os acepto que no sabía que los libros de los duendes tuvieran algún tipo de información sobre antiguas fortalezas del Imperio de Sinardia. Pero hay algunas menciones en varios de nuestros libros que me traje conmigo, que me han llevado a realizar algunos razonamientos importantes que quiero compartir con todos ustedes.
- Estaremos encantados de oírlos - dijo Erevin, quien se sentó en una silla que había a un lado de la habitación, mientras señalaba otra a Olter. Sabía perfectamente que su antiguo instructor, jamás hubiera permitido sentarse mientras él estuviera de pie: cuestiones de rango. Los demás le imitaron, sentándose cada uno donde pudo.
- Veamos -dijo Milwnor, mientras extendía con ayuda de Gutron un mapa en una parte de la pared y lo sujetaban al techo- Nosotros estamos ahora aquí - dijo señalando un punto en el mar-, entre la costa oeste del imperio justo antes de que empiece a curvarse formando el Golfo de Esdáloren y la Islas llamadas de las Tormentas1, aunque de esas sí que no sabemos prácticamente nada.
Mientras iba hablando, iba señalando los lugares que mencionaba.
- Como también sabemos todos, al otro lado de la entrada del Golfo, en un nuevo saliente muy prominente, se encuentra, primero, la ciudad de Esdáloren y, un poco más al sur, su delta, donde desemboca el Gran Río.
Hizo una pausa y miró sus notas.
- Bien, una vez que nos hemos orientado, tengo que llevarles al interior del Golfo de Esdaloren, no sin advertirles que lo que he ido descubriendo es muy anterior al tiempo actual y que entonces ni Hariokku ni sus secuaces estaban vivos. Eso sí, agradezco al capitán Olter que nos contara la historia más moderna sobre este individuo, cuya existencia yo desconocía, porque algunos datos que nos dio me han sido útiles para saber dónde puede estar la fortaleza a la que nos debemos dirigir.
Hizo una seña a Gutron para que extendiera un nuevo mapa bastante que se centraba en el Golfo de Esdáloren.
- Lamento que sea un mapa sólo orográfico, en el que no se señalan las ciudades, pero vamos a comprender la situación de varias fortalezas sin mucha dificultad.
Se ajustó los anteojos, carraspeó y continuó:
- Bien, si consideramos la historia del Imperio, esta zona no fue conquistada hasta tiempos relativamente recientes. Ahora bien, toda esta zona, desde la costa más sur del imperio hasta más al norte del gran bosque del Oeste, formaba parte del Gran Ducado de Anirándina. Al contrario que otras partes del Imperio, no hubo guerra: la anexión se produjo al casarse el heredero imperial con la única heredera del Ducado - se paró un momento, mientras miraba sus notas - . Lo siento, Alteza -dijo mirando a Erevin-, tenéis algunos antepasados con nombres que son difíciles de recordar para mí…
- No pasa nada. Sé a quiénes os estáis refiriendo: el heredero era Firionen, luego I de ese nombre y la novia era la duquesa Diamalda de Anirándina. Firionen I fue el abuelo de Rainigen II el “unificador”, que fue el primero que reinó sobre todo el actual territorio, aunque aún no se llamó emperador.
Milwnor le miró con agradecimiento.
- Gracias, Alteza. Esto de las dinastías es un trabalenguas - luego se rió de su propia broma provocando la hilaridad entre los que allí estaban y continuó-. Bien, al unirse el ducado con la corona, el mismo desapareció y surgieron otros. Sin embargo, las fortalezas continuaron existiendo. La principal - señaló un punto en el mapa, aproximadamente en la mitad de la parte oeste del Golfo, es un castillo que ha pervivido y que hoy es propiedad de Hariokku.
- Sí -dijo Olter- es el castillo de Anírio, la antigua fortaleza de los duques.
- Exactamente -repuso Milwnor.
- Ahí es donde llevaron la Flota, estoy seguro.
- No tengo ninguna duda - continuó Erevin-. Cuando entré en la Marina, tuve que aprender las características de las distingas fortalezas relevantes del Imperio. Esa tenía la particularidad de ser puerto de atraque, pero dentro de la propia fortaleza. O lo que es lo mismo: se pueden atracar barcos dentro, aunque no sé si tendría capacidad para toda la Flota.
Milwnor lo miró preocupado.
- Verá, Alteza, cuando llegamos a Haloren, acordaos de que Frey Tinodar tuvo una ruta de investigación muy particular, de la que sin embargo, no le ha dado tiempo a contarnos todo. Verdad, ¿hermano?
El forzudo y bajo hermano vigilante había cambiado sus hábitos de monje por una ropa de campesino que le venía como anillo al dedo. Cualquiera que le viera con el bonete puesto jamás sospecharía que tenía hechos todos los votos. Había juzgado que era mucho más conveniente para pasar desapercibido y todos allí lo habían apoyado.
Era uno de los que no había podido sentarse: estaba recostado en un lado de la puerta y, cuando le mencionó Milwnor, asintió y anduvo hasta donde se encontraba el mapa:
- Oh, claro, Milwnor, claro. Sé a lo que te refieres. Como sabéis, estuve siguiendo al Conde que descubrimos que era tan conde como yo, aunque no sepamos aún quién es. Pero recibió varias visitas de personas muy concretas. Una de ellas es un bribón del puerto, un espía a 27 bandas (espía a todo el mundo y luego dice lo que le parece a cada uno, manteniendo él toda la información en su poder). NO lo digo yo: incluso el Encargado del puerto, ese ser corrupto (tampoco creo que sea su único defecto o delito), lo tenía en la punta de mira porque le había intentado chantajear. Pues bien, este individuo, que se llama Kariom, se pilló una borrachera de campeonato (otros dijeron que lo emborracharon) y empezó a decir que se estaban construyendo nuevos lugares de atraque de buques en una fortaleza. Su interlocutor, que estaba más o menos igual que él o incluso peor, le dijo que eso no existía y él habló de esta fortaleza, aunque ciertamente no dijo el nombre.
- ¿Y cómo se refirió a ella? - preguntó Olter.
- La llamo “la oriental en el oeste” - contestó Tunadros.
- Qué poético - dijo Erevin sonriendo de medio lado.
Olter soltó una carcajada y luego dijo:
- Sí, no tengo duda alguna de que la Flota esté allí, aunque no creo que podamos presentarnos en plan “hola, venimos a liberar a los prisioneros”. Aparte está el problema de entrar en el Golfo…
- Oh, no hay problema - dijo Gutron -: este barco, que nos prestaron los monjes de la Orden De los Santos Patronos del Mar, tiene licencia de barco pesquero - Y guiñó un ojo.
A Erevin le entró la risa, pero Olter dijo:
- El problema es que dudo que piensen que esto es un barco pesquero… salvo que pesquemos algo.
Uno de los marineros que acababa de llegar dijo:
- Hemos estado buscando en las bodegas como nos dijiste Milwnor. Hay varios barricas con redes.
Milwnor saltó:
- Genial, vamos a echar las redes.
Olter se levantó:
- Esperad un momento, hay que ver si hay peces aquí.
Otro de los marineros dijo:
- Sí, ya hemos echado una para prueba. Ha salido llena…
- Bien -dijo Erevin- ¿sabéis donde se puede vender pescado en el Golfo?
- Sí - dijo Milwnor-, en el puerto de Garion, situado entre la fortaleza de Anírio y la antigua fortaleza de Miquanien, aunque está más cerca de la primera. No es un puerto muy grande pero sí que admitirán nuestra carga.
Sin embargo, Olter miró a Erevin que había fruncido el entrecejo y se había quedado muy pensativo.
- ¿Algún problema, Erevin?
El príncipe pareció que salía de su ensimismamiento.
- No, simplemente me he acordado de algo: la antigua fortaleza de Miquanien.
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- Sitio muy interesante y del que yo también les quería hablar-dijo Milwnor.
- ¿Qué ocurre en esa fortaleza? - dijo Tunadros.
El príncipe se levantó y fue hacia el mapa.
- Según aprendí en casa, esta fortaleza, que hoy está en ruinas, estaba situada en la parte norte del Golfo. Era un sitio grandioso en su momento, pero al pasar los Duques a vivir en Anírio, perdió su principal su función, que era la defensa de la costa. Es un sitio interesante porque, a pesar de estar en ruinas, su destrucción no ha sido tanta como alguien puede pensar. Hay que entender que hace 500 años desde que Rainigen II unificó el territorio. Firionen I era su abuelo y, a partir de su boda con la duquesa, sus descendientes no hemos vuelto a vivir allí. Casi 550 años más o menos.
Quedo pensativo y dijo.
- Me acuerdo que mi padre nos decía que, si nos portábamos mal, nos iba a llevar a las mazmorras de Miquanien… No sé si seguirán en pie pero es necesario verlo.
Olter entonces recordó que le había hablado precisamente de sus sospechas.
- ¿Esta situada en el norte del Golfo, justo al lado del Bosque del Oeste?
- Exactamente - dijo Erevin, volviéndose.
- Concuerda con los rumores que yo oí. Ahí es donde han debido rehacer las marmorras.
El príncipe los miró y dijo:
- Bien, nos vamos a dividir. Yo voy a ir a Miquanen con Gutron y Tunadros. Vosotros iréis a Anírio. No podemos dar la alarma en un lugar si en el otro no estamos ya allí.
Olter lo miró.
- Alteza, ¿estáis seguro? Vais a ser sólo 3…
- Seremos suficientes. Estoy seguro que han confiado en que no vamos a localizar ese lugar. Eso sí, tendremos que bajar del barco de noche y montar una pequeña barca hasta la costa.
- OK - dijo uno de los marinos-. Yo os llevo y creo que ellos dos también deberían venir. Lo más seguro es que el Barón no esté bien y vais a necesitar llevarlo cogido. Es mejor que eso lo hagamos quienes somos guerreros menos expermentados en tierra.
Erevin lo miró y dijo:
- Iba a decir que va a ser peligroso. Pero la verdad es que todo lo va a ser - y rió a carcajadas ante lo ridículo que era pensar algo así.
- Me llamo Takrion y ellos son Dólumos y Yánor.
- Puedo responder por ellos - Dijo Olter- Y tienen razón: los vais a necesitar.
Erevin se volvió y miró al mapa:
- Está bien, necesito que nos dejéis cerca de una estructura que está más al este: es la antigua puerta de entrada al complejo - y señaló otro punto en el mapa - Es la puerta de Aniróndein: la puerta de las Estrellas de Plata. Anir- ond - ein, aunque antiguamente era más complicado Anir - ondian - kjwein o la puerta (Anir) de las estrellas (kjwein) plateadas (ondian). He visto pinturas: era bellísima. NO sé cómo estará ahora.
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Con la primavera, el prisionero del calabozo nº 9 parecía estar menos incómodo porque las temperaturas habían ido subiendo poco a poco. Pero aún así, seguía siendo incómodo. Cada día que pasaba sabía que le quedaba menos tiempo: cada vez le traían menos comida o agua. Creía que lo habían dejado sólo en aquel sitio, cuando vio una mancha oscura en su misma mazmorra.
Se incorporó y lo miró: era un lobo muy grande que se dirigió a él, lo olisqueó y luego se tumbó a su lado. El calor que le dio le revivió, pero no podía consentir que mataran al animal. Tendría que pensar algo para impedir que lo vieran la siguiente vez que alguien entrase allí, aunque primero necesitaba dormir…
En otra mazmorra distante, una mujer había dejado de llorar: ya sabía que su madre no a iba a liberar de allí y lo aceptaba. Había empezado a pensar en las razones de por qué alguien la encerraría en la mazmorra y tenía alguna sospecha. Lo malo es que sabía que su prometido iba a montar un escándalo si no la llegaban a encontrar. Esperaba que tuviera un poco de sentido común y actuara como habían quedado en lugar de ir a reclamar nada. Se sentó en el suelo y miró hacia el exterior. Había empezado a entrar sol y se sentía mejor. Tenía que empezar a idear cómo escapar de allí: una cosa era aceptar la triste realidad y otra, muy distinta, es que no debiera poner los medios para escapar e informar de lo ocurrido. Sabría cómo proceder una vez que escapase de allí: no era tan tonta como muchos creían.
Por último, en el sur, una figura encogida y encadenada a una pared rezaba todo lo que sabía. Cada vez se sentía más débil. Había sido demasiado impulsivo… “Si salgo de aquí, voy a tener que cambiar algunas cosas”, pensó. Luego repitió “Si salgo de aquí”… Cada día lo veía más improbable.
Y cayó de nuevo en el letargo en el que ahora pasaba sus días. Algún pálido rayo de sol entró por la poterna que daba al lugar donde estaba preso. Un escalofrío agitó su cuerpo, mientras empezó a sentir un poco de calor.
Esperaba que con la primavera llegase también su salvación. Conforme se templaba, disminuía su sensación de malestar y su pesimismo. Un pájaro cantó en su ventana. Le pareció oír: “tu encierro terminará” en el canto. Pero pensó que se estaba engañando otra vez y que su destino era morir en aquel sitio húmedo, solitario y sucio.
El pájaro cantó otra vez y, cuando sintió que el sol calentaba más que los días anteriores, se movió para poder calentarse mejor. Aquello le alivió y volvió a rezar, dando gracias y pidiendo de nuevo que alguien lo liberase de aquel lugar y que, si pudiera ser, no tardara mucho…
Originalmente publicada en Wordpress.
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