Foto de Julia Volk en Pexels.
Awlin había visto que los tres grupos de, ahora ya, fugitivos habían partido ya hacia sus distintos destinos: el Príncipe Erevin y los suyos a Haloren, Lasánides y quienes le acompañaban a Naras y Frey Kaistos al Gran Monasterio de Os. Pero estaba indeciso. Al ir a salir de los túneles, la criatura de repente había visto la inmensidad del Valle, sin paredes ni techos ni vallas y se había sentido ¿aprehensivo? ¿acobardado? ¿O simplemente había empezado a sentirse libre? Era evidente que no podía quedarse en los túneles, porque podía ser que le estuvieran buscando: desde luego, no era probable que todo el asalto al Monasterio de Sinnigen hubiera sido planificado para encontrarle, como había dicho Frey Kaistos. Pero no podía asegurarlo… así que, ¿y si era cierto?
Sonrió para sí: “Pues la verdad es que no puedo contarles mucho… no sé ni quién soy…”. Se paró en seco. “Hmmm, ¿y si ellos sí lo sabían? Bah, no, no lo creo. Hay algo más, mucho más importante en ese Monasterio que el que yo este ahí. ¿Qué pasa con el antiguo puente Gärenul que encontramos cuando nos perseguían esas dos crías gigantescas de serpiente del desierto de Anahay? ¿Y quién lo había destruido? ¿Y por qué ni siquiera los monjes sabia que estaba allí? ¿Para qué servía aquel puente? Hay tantas preguntas que nadie se ha hecho… Hmm… pero no puedo más que sentirme bien, casi… feliz… por haber salido de los túneles. Ooooh, no casi… aquí sólo puedo sentirme feliz, realmente feliz”. Y, después, observando todo aquello, se dijo: “Y eso es lo que yo sé… que seguro que algún monje sabe más…”.
Acababa de amanecer cuando él se encontró en la abertura del túnel. El primer sol, llamado Dortian (“el que quita la oscuridad”), ya se veía claramente en el horizonte con sus rayos amarillos pálidos: no calentaba mucho, pero daba una luz tenue pero muy agradable que permitía vencer a la penumbra del amanecer o del atardecer. Sin embargo, Dortian sólo no hubiera dado suficiente calor a la tierra, si hubiera estado solo.
El segundo sol, Wromar (“el iluminador”), saldría en una media hora y entonces se empezaría a sentir calor y la luz lo inundaría todo. De todas maneras, como aún no era verano, no había subido demasiado la temperatura. Simplemente el tiempo era agradable. Awlin sonrió ante ese pensamiento: a él la temperatura le afectaba más bien poco en cualquier época del año.
Tenía que reconocerse a sí mismo que, aunque Wromar aún no hubiera salido, el espectáculo que se presentaba ante sus ojos era maravilloso. Cada vez estaba más convencido de que, al morir, había perdido la memoria, pero que esa pérdida no era total. A veces, como ahora, sentía un agradabilísimo "deja vu" al ver cosas del mundo y así le ocurría en aquel mismo momento: aquel paisaje era un verdadero espectáculo que ahora, aunque ya no podía ver, sí podía sentir. Localizó el gran río Iridio en el fondo del cañón, profundo y repleto de agua fresca proveniente de la Sierra del Viento Nevado y de aún más allá, de las Montañas de la Nieve Perpetua, mientras su corriente reflejaba el cielo claro y despejado, con alguna nube muy dispersa. Sintió como bajaban los pequeños arroyos de agua clara y cantarina, colina abajo, que en algunos tramos formaban pequeños saltos en los que parecía que la pequeña corriente bajaba las escaleras, como si estuviera feliz de ir hacia Haloren y el Océano.
Sólo entonces se dio cuenta de que, aparte, sólo oía el alboroto que formaba el grupo de duendes que iban hacia Naras: canciones, gritos y risotadas se oían a través del Valle. Lasánides, el guardián calvo, no lo iba a pasar nada bien intentando que fueran un poco disciplinados. "Deberán moderar el ruido: es mucho mejor si no son detectados", pensó. Pero luego tuvo que reconocerse a sí mismo que Lasánides era un guerrero, tenía mejor forma (¡era un forzudo que se entrenaba a diario!) y formación que él, que, al fin y al cabo, era un espíritu que había perdido la memoria. De todas maneras, parecían más niños de excursión que peligrosos fugitivos perseguidos por los sirvientes de la Emperatriz. Bien pensado, era algo divertido… visto desde lejos.
Por fin, percibió el cielo, con un agradable color sonrosado, y sintió que el miedo a salir del monasterio cada vez era menor. Sí, se dijo a sí mismo, sabía que, en alguna parte de aquel mundo exterior, se encontraba aquel ser repugnante, cruel y vengativo de la Voz Plateada y que le estaría esperando. Su papel tenía que haber sido importante en el momento de su muerte, porque era de lo único que podía acordarse. Pero, por primera vez, algo dentro de él le dijo que, si quería ser libre definitivamente, debería enfrentarse a él, aunque no supiera cómo ni por qué. Por el momento. Un escalofrío le recorrió cuando se acordó de que todos los traidores se habían arrodillado ante ese ser. Habían dicho cómo se llamaba ahora, aunque le parecía a Awlin que ese no era el nombre por el que era conocido antes de él muriese.
Y entonces lo supo rápido: iría con Frey Kaistos, como el monje mismo le había aconsejado, y vería qué podían encontrar en Os sobre sus orígenes. No era muy optimista pero era más que permanecer en el Monasterio sin saber y, sobre todo, sin conocer a nadie y sin que ninguno de aquellos monjes le entendieran.
Mientras descendía sin problemas por la agradable pendiente fue disfrutando con todos los animalitos que iba viendo: unas liebres de cola roja por allí, unos aziorones1 que volaban buscando su desayuno y más allá una colonia de gamizulas2 que comían hierba mientras otras rumiaban lo que ya habían comido.
En un santiamén, estaba de nuevo en el hombro del monje y de nuevo le volvieron a asustar los ojos del búho y le sorprendió la calma del moloso Uzo. Parecía como si ninguno de aquellos animales estuvieran afectados por lo sucedido.
Iban en silencio, aprovechando las sombras de los árboles y oyendo los trinos melodiosos de los pájaros que por allí habitaban. Anduvieron casi más de dos leguas y entonces Frey Kaistos les dijo que deberían parar y llenar los odres de agua en un riachuelo que bajaba con fuerza de los montes próximos, porque iban a tener que andar mucho los próximos días. Pero Arturiano sonrió:
- “No, Frey, no será necesario andar. Tengo un puesto de cambio de caballos en un pequeño pueblo justo detrás del Arhuela, un afluente del Río Iridio que baja, con agua abundante normalmente en esta época del año, y cruza por delante de la villa de Aronuhela. Al ir hacia Sinningen, ordené que preparasen un carro allí, así que podremos ir más deprisa”.
Por primera vez, desde que salieron de Sinningen, Frey Kaistos sonrió:
- “Gracias, Arturiano”-. Después miró al cielo y respiró hondo: el búho planeaba tranquilo por encima de ellos mientras el perro seguía andando a su paso sin más problema-. “Nos quedan más de 175 leguas3 para llegar al Monasterio de Os. Necesitamos rapidez pero tampoco podemos destacarnos mucho: estoy seguro de que tienen espías a lo largo del camino. En cualquier caso, necesito que me digas qué fue lo que oyó tu empleado, porque nos interrumpieron antes de que pudieras decirlo”.
- “Oh, es cierto. Lo que oyó fue “La emperatriz estará contenta”. Todos somos conscientes de lo que eso significa”.
Frey Kaistos miró al cielo: los soles iluminaban el día con toda la luz posible en esa época del año. Parecía imposible que hubiera gente que no admirase aquella vista y la creación en general, como la maravilla que realmente era. Miró a Arturiano y dijo:
- “Sí, lo soy. Los rumores, por tanto, son ciertos. La Emperatriz ha traicionado al Imperio”. Miró de nuevo hacia el cielo y continuó: “Aunque tengo el presentimiento que no es lo peor que ha hecho”. Se levantó y dijo: “Debemos continuar la marcha. Cuanto antes lleguemos al puesto de caballos mejor. Tendremos que estar atentos porque nos pueden seguir” - Miró hacia ambos lados y dijo: “Estaría bien que parásemos pero no aquí en medio del camino. Veo allí una colina con bastantes piedras en las que podemos sentarnos, tomar un tentempié y hablar sobre el viaje hasta Os”.
El enmascarado habló entonces.
- “Me parece bien. Cuantas menos miradas y oídos indiscretos, mejor”.
Así que continuaron tranquilamente hasta el lugar que Frey Kaistos había señalado y, entonces, el embozado comenzó a hablar:
- “Creo que hay otra cosa de la que debemos preocuparnos antes de seguir. Pero antes de hacer planes para los días venideros, debo decir algo porque puede que si no, les extrañe mi comportamiento” -todos miraron con expectación y simplemente se desató el dárgol que llevaba abrochado y continuó-. “Entiendo que saben que pertenezco a la Orden de las Orantes”.
Arturiano abrió los ojos sorprendido pero Frey Kaistos sonrió divertido:
- “Sí, tenía muchas sospechas al respecto. Especialmente después de las palabras del príncipe Erevin preocupándose por tu seguridad. Nunca hubiera hecho algo así de ser un hombre”.
Ella saludó el comentario, inclinando la cabeza, y después simplemente dijo, mirando a Arturiano:
- “Yo no iré en el carro. Necesito un caballo, para poder vigilar el entorno y me ayudarán estos acompañantes que llevamos”, dijo dirigiéndose a Uzo y al búho.
Uzo ladró, como si estuviera de acuerdo con ella. El búho se posó en su hombro, como si aceptara la proposición. Inmediatamente, se elevó en el cielo y comenzó a volar en círculos, como si quisiera ver lo que ocurría en los alrededores.
- “Está bien” -dijo Arturiano- . “Haré lo posible”.
- “Pero sí hay algo que tengo que decir. ¿Tenemos un mapa del lugar donde está el puesto de caballos?”
Arturiano asintió.
- “Necesito verlo. Es más que posible que, si los sirvientes de la Emperatriz venían hacia aquí, hayan establecido espías por los alrededores y especialmente hacia Os. cuando salí del convento en Bonardia, para venir a esta misión, nuestra Gran Abadesa, Desa Akrovia, me dejó claro que Su Alteza Abalina no tenía muy buenas relaciones…”
- “Por decirlo finamente” -interrumpió Frey Kaistos.
Ella sonrió y continuó hablando:
- “con el Gran Maestre de Os…”.
- “Y no sólo con él. Sólo hay que ver lo que sus esbirros han hecho con nuestro pobre Abad” -dijo Frey Kaistos con la voz entrecortada.
Níramal lo miró, compadecida del sufrimiento del monje, entendiendo lo que quería decir y, después, continuó:
- “En el caso del Gran Maestre de Os, no puede decir que sea viejo, porque fue elegido hace sólo 3 años y no ha cumplido aún los 40. Pero apuntaba maneras desde antes de la muerte del Emperador y todos saben que no aguanta al Príncipe Holingen por cierto enfrentamiento que tuvieron hace bastante tiempo en el que el primer hijo de la Emperatriz hizo gala de toda su prepotencia. Por tanto, deduzco que es más que posible que hayan puesto espías en puntos concretos”.
Por último, miró a todos, incluido a los duendes que les acompañaban, que habían quedado muy sorprendidos de que fuera una mujer quien se había enfrentado tan valientemente a las crías de las serpientes gigantes del desierto de Anahay, y continuó:
- “Como me aconsejó la Gran Abadesa, diré sólo mi nombre real, no el nombre que tengo en la Comunidad. Me llamo Níramal y he sido entrenada especialmente en la vigilancia de viajes como el que vamos a hacer”.
Junto a Níramal, Frey Kaistos y el comerciante Arturiano, que estaba más pensativo de lo normal, en el grupo iban tres duendes elegidos por el Jefe Daringar especialmente por su erudición, buena disposición y carácter tranquilo. Cualquiera de aquellas características los hacía muy especiales dentro de los duendes: para ser más claros, eran una excepción. Obviamente, no podían mandar al duende más travieso al Gran Monasterio de Os.
El primero de ellos era, sin duda, el más particular: demasiado alto para ser un duende (casi tenía una estatura normal de un humano bajito) y muy enjuto, llevaba un gorro vistoso, que sólo tapaba su reluciente calva, como ya habían visto cuando de forma ocasional se lo había quitado. Eso hizo ahora mismo, antes de empezar a hablar:
- “Yo también creo que necesitamos presentarnos todos” -dijo, un poco taciturno-. “Mi nombre, Sprogiar, en nuestra lengua, quiere decir “El que estudia” -una sonrisa traviesa, primera muestra de que, efectivamente, era un duende, se dibujó en su cara y, particularmente, en sus ojos-. “Mi padre era uno de los duendes más bromistas, así que se apostó que me ponía este nombre, porque ¿cómo iba un duende a ser un erudito? Pues, resultó que lo acabé siendo, lo que le causaba aún más hilaridad que la apuesta en sí. “Soy adivino”, solía decir, mientras se reía a carcajadas, pasándose la mano por la barriga cervecera -el duende rió a su vez-. Como ya os ha dicho nuestro jefe Daringar, esa es la causa por la que me ha enviado a esta misión. Y yo he aceptado porque quiero comprobar por mí mismo cómo es la biblioteca de Os: su fama se ha extendido por todo el Imperio tanto por el número de sus volúmenes como por la erudición y los grandes conocimientos que demuestran los comentarios de sus monjes. De paso, creo que puedo ayudar con algunas historias que conozco”.
Después, se bajó de una gran piedra a la que se había subido para sentarse y se puso en medio de los tres humanos que estaban hablando.
- “Entiendo lo que pasa. Hay pocas posibilidades de que, si nos presentamos todos y efectivamente hay espías, salga alguno vivo. Pero sí hay otras opciones. Por ejemplo, vos, señorita, creo que podéis acercaros y ver si hay algún problema, ¿verdad?”
Ella sonrió.
- “Por supuesto”.
Entonces, el segundo duende, bastante más bajo, rubicundo y con una sonrisa perpetua, habló:
- “Yo también estoy de acuerdo en que ya iba siendo hora de que hiciéramos esta presentación. Mis padres, que no eran tan bromistas como los de Sprogiar, me pusieron Daliniar, aunque nunca me dijeron por qué. Así que es un misterio” - y rió posteriormente, como si aquello fuera una broma que le acabaran de contar.
El tercer duende era pequeño y callado. Había asentido durante toda la conversación y sólo dijo:
- “Yo me llamo Ankrat. El jefe duende me dijo que tenía que colaborar en la seguridad del grupo y parece que efectivamente así va a ser” -Se dirigió entonces a Níramal y dijo-: “¿creéis que mi compañía os podía ser de utilidad cuando vayáis a ver qué ocurre en Aronhuela?”
Ella lo miró divertida, mientras Frey Kaistos y Arturiano se sorprendían bastante porque el jefe de los duendes les hubiera mandado un guardaespaldas… que no les llegaba ni a medio muslo. Pero, bien pensado, aquello podía ser muy positivo, porque podía ir y venir por sitios por los que ellos no podrían.
- “Toda ayuda es bienvenida… y cuatro ojos ven más que dos, ¿no? Eso sí” -dijo ahora dirigiéndose a todos los reunidos-, “creo que hay dos posibilidades: la primera es que entremos de día en el pueblo sin llamar la atención, lo que implica no arrimarnos al puesto de cambio de caballos pero sí observar qué ocurre a su alrededor. Habrá que darse un paseo simplemente buscando una posada donde comer o dormir, por ejemplo. La segunda posibilidad es entrar de noche: tiene ventajas muy importantes, porque habrá menos ojos que estén controlando nuestros movimientos así como mucha más facilidad de evasión; pero, sin duda, hay otro inconveniente: estoy segura de que habrá más controles por la noche, por lo que nos podrían parar e interrogarnos”.
Después volvió a mirar a Ankrat:
- “Por si preguntan, tendremos que tener muy claro por qué viajamos juntos. ¿Cuál crees que sería la mejor solución a eso?”
- “Decir que yo soy vuestro criado. Y, en cuanto al momento, creo que, aunque pueda ser más peligroso, será mejor que entremos de día. Eso sí, el perro puede venir pero el búho mejor que sólo nos acompañe desde el cielo: lo otro nos haría fácilmente reconocibles y, por tanto, la posibilidad de que alguien nos recuerde aumentará exponencialmente”.
- “Sí, yo también pienso lo mismo” -entonces, puso la mano en horizontal, protegida por el grueso guante de cuero que llevaba y el búho se posó tranquilamente. Ella continuó -. “Tenemos, eso sí, que ver cómo comunicarnos con vosotros. Y, desde luego, no podemos venir a vuestro encuentro por si nos siguen”.
Arturiano, que conocía bien la zona, interrumpió para decir:
- “Lo tengo”- y señaló el mapa que tenían delante-. “Esta zona es plana pero existen algunos sitios como este en el que estamos. Hay uno en particular que nos interesa mucho, porque es poco conocido y, además, está en un terreno un poco escondido. Se llama el Pedregal del sitúa aquí” -su dedo índice señaló un punto concreto en el noroeste del pueblo-. “De esa forma, si tenemos al final que entrar a Aronhuela, entraremos desde el noroeste, sin tener que dar explicaciones por venir desde el sur”.
Viendo que era avanzada la mañana, decidieron comer algo ligero y, posteriormente, dirigirse cada uno al lugar que habían señalado. Habían dejado el camino principal y ahora iban por uno secundario, quizás con un suelo menos conservado pero pudieron comprobar que más seguro. Frey Kaistos enseguida se dio cuenta:
- “Allí, mirad”, señaló desde posición que se encontraba a mayor altura que el camino principal. “¿Qué está pasando allí?”
Un columna de humo se elevaba en la distancia. Arturiano escudriñaba el horizonte con preocupación:
- “Esa es la dirección de Aronhuela. Tenemos que ir con cuidado pero creo que no estamos en el mismo escenario que antes. Debemos averiguar qué ha pasado y eso sólo podemos saberlo acercándonos”.
Pero entonces, vieron todos que Frey Kaistos parecía estar viendo algo que no estaba allí, mientras murmuraba:
-El patio del Castillo Imperial en Bonardia…
Lo rodearon sin agobiarlo y al poco pudo explicarse:
- “No os lo vais a creer… Creo que Awlin está empezando a recordar. Me ha transmitido lo que ha visto: parecía pasear por el adarve de la muralla. Era el Castillo Imperial de Bonardia, no hay duda: se veía claramente la escalinata de mármol negro y la fachada blanca. Mientras, en el patio los criados se afanaban colocando barreras y un lugar para que la Corte Imperial se sentase. No había ninguna determinación de cuándo fue, pero estaba la escalinata hecha. Todos sabemos cuándo Lanio Stroidas la construyó: durante el reinado de Lamaín el Calvo hace menos de 80 años”.
Mientras, el búho miraba a Awlin y este entendió que hasta ese momento el animal lo presentía pero que ahora ya podía verlo. Sin hablar, ambos estuvieron de acuerdo: irían a ver qué pasaba en Aronhuela. El búho emprendió el vuelo con Awlin en su lomo, mientras se aproximaban rápidamente al calor y al humo del fuego.
Índice general de capítulos publicados.
azor de plumaje azulado, que vive especialmente en este área del Imperio. Se alimenta fundamentalmente de liebres, pero también de otros pequeños pájaros o roedores.
semejantes a gamos, pero de color rojizo y con cuernos como los de las cabras montesas, viven en sitios elevados. Tradicionalmente, no vivían en este lugar, pero la alta colina donde está situado el Monasterio de Sinningen, se convirtió en un santuario para estos animales, porque los monjes rara vez cazaban en los alrededores del Monasterio.
legua castellana = 4,190 metros. Desde el río Iridio hasta el Monasterio de Os hay 734 km, por lo que en leguas hay 175,17899, por lo que un poco más de 175 leguas es la distancia que tienen que recorrer.
Muy inteligente, publicando en español e inglés. ¿Te ayuda a conseguir gente que lea en ambos idiomas?
I was wondering what the difference between the LLDS and TLOS was, and once I found out, I was amused. Disfrute leyendo en espanol.
Keep up the good work.